lunes, 8 de marzo de 2010

La Pascua de la Tierra

Dos expresiones sobre la tierra podemos encontrar en las lecturas de este Domingo III de Cuaresma: Cavar la tierra y pisar tierra.
Venimos de celebrar una conferencia sobre el cambio climático en Copenhague, estamos conmovidos por los terremotos de Haití y otros países, y nos sobrecogen las imágenes de las inundaciones que estamos teniendo en nuestras tierras. Las preguntas y las investigaciones sobre el comportamiento del planeta se suceden.
África ama y respeta la tierra de una manera única y no siempre comprensible para los que no pertenecemos a esta cultura.
Recuerdo que las primeras fotos que tomé en Costa de Marfil fueron a la hora de la puesta de sol, que es cuando la tierra toma esos colores rojizos y anaranjados que tanto enamoran al extranjero. A mí me cautivaron desde la primera imagen. Los colores cálidos hacen creer que la tierra te acoge verdaderamente como a uno de sus hijos nacido en ella.
En España cada vez estamos más acostumbrados a vivir de espaldas a la tierra, vivimos sobre asfalto y ladrillo, y ver la tierra supone toda una aventura. Eso en África sería imposible. Aquí se camina por la tierra, los suelos de las casas son de tierra, y sus muros son de tierra, incluso se respira la tierra cuando estamos en la estación del Armatán en la que una nube de polvo rojiza envuelve todo.
En Tiébissou estoy conociendo numerosos poblados. Me encuentro en el corazón del Pueblo Baoulé. Para ellos todo el que no ha nacido en el poblado es un extranjero, a quien hay que acogerlo con la mayor hospitalidad. Es necesario hacerlo sentir cercano a su tierra para que deje de ser extranjero. Por eso el primer gesto es ofrecerte asiento. El jefe que te va a recibir, nada más verte llegar de lejos ya ha enviado a uno niño a buscar la silla baoulé en la que me voy a sentar. Es muy cómoda y muy baja, con lo que estás casi sentado en el suelo, tocas la tierra con las dos manos, como si la acariciaras mientras te están dando la bienvenida. Cuando me doy cuenta ya tengo como ellos mis pies descalzos, sintiendo la sacralidad de esta Tierra. El Baoulé sabe como Moisés que la tierra que pisa es sagrada, por eso camina con cuidado, como acariciándola para no despertarla. El Baoulé sabe que es necesario tratarla así para que el Dios que la ha creado no se enfade con el hombre. El Baoulé no necesita más explicaciones científicas sobre cambios climáticos para saber que la tierra está en sus manos.
A continuación me ofrecen de beber. Como vaso una especie de calabaza y por bebida un vino de palma fruto del trabajo de los hombres del poblado. Pero antes hay que tomar un poco de agua, y derramar antes de beber, un chorro de agua para calmar la sed de la Tierra. El agua que la Tierra y yo hemos recibido me habla de hospitalidad y de hermandad, me habla del barro del que todos hemos sido creados. Este gesto lo he tomado como símbolo para esta cuaresma, en la que convertirse y creer en el Evangelio no es otra cosa que actuar como hermanos hechos de un mismo barro.
Y un par de paisanos están regresando del campo. Vienen con el machete en una mano y la daba sobre su hombro. A toque de suaves golpes han estado trabajando, cortando la hierba y totalmente doblados han estado cavando con esas azadas de mango tan corto. Al lado de donde estamos sentados, unas mujeres y algunos niños están barriendo igualmente totalmente doblados, dejando sobre la tierra los bellos trazos de las varas del escobón como ninguna solería podrá reproducir jamás. Desde que llegué a África me había estado preguntando porqué no utilizaban mangos largos para azadas y cepillos, trabajando erguidos y más cómodos; hoy creo que para esta gente eso no sería más cómodo, y además trabajando doblados pueden tener su corazón mucho más cerca de la Tierra y sentir su latido acompasado y apasionado, escuchando incluso como algo nuevo está brotando desde dentro, como los frutos de la higuera, o del mango bajo cuya sobra nos encontramos, van abriéndose paso.
Como la escena de Abrahán en la Encina de Mambré (Gn 18, 1ss), hoy la hospitalidad de estos paisanos bajo el Manguero de Yeboubo me hablan de que estamos cerca de la Pascua de la Tierra.

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Una escalera desde Aluche a Côte d'Ivoire