martes, 27 de octubre de 2009

Hoy no es un 27 de octubre cualquiera

Un 27 de octubre de 1809, hace hoy justamente 200 años, nacía y era bautizado en Heikant, cerca de Tilburg (Holanda), el que muchos, muchísimos años más tarde sería el redentorista Pedro Donders.
Muchos sabéis del cariño tan especial que tengo al Beato Pedro Donders, el apóstol de los leprosos en el Surinam, y no podía dejar pasar este Bicentenario sin escribir algo al respecto.
Seguramente muy pocos se habrán acordado hoy de este hombre santo en el día de su aniversario. Es un santito de los pequeños, poco conocido, no fundó nada, no creó nada nuevo, no fue un gran líder en su tiempo, e incluso para muchos, incluidos redentoristas, dudan de su ser redentorista y lo atribuyen a un simple golpe de suerte que se vio casi obligado a acoger.
Bendito azahar el que hizo que el misionero Pedro fuera uno de los nuestros. Benditos los inescrutables caminos del Señor que quiso que el misionero viera plenamente realizada su vocación entre los más pobres y abandonados de Surinam, como le tenía reservado, es decir dentro de la Congregación del Santísimo Redentor.
Es cierto que cuando en 1866 llegan los redentoristas a Surinam, a los sacerdotes que se encontraban en la antigua colonia holandesa, no les queda otra que o retornar a Holanda o ingresar como redentoristas. Es cierto que para entonces Pedro Donders ya llevaba 24 años siendo misionero en aquellas tierras y tenía 57 añazos. Es cierto que para esas fechas se cumplían más de 30 años de que Pedro hubiese llamado a las puertas de varias congregaciones religiosas, entre ellas los redentoristas, y que le hubiesen rechazado por “ser poca cosa”. E igualmente cierto es que Donders, el curita flacucho, debilucho, y poca cosa, no cesaba de anunciar la abundante redención a diestro y siniestro. Es cierto que este pobre hombre realizaba un gran trabajo con sus enseñanzas catequéticas y morales entre los que poblaban las plantaciones, las selvas, y las leproserías. Es cierto que no desarrolló grandes proyectos, salvo que extendió el Evangelio y mostró a Jesucristo como amor, allá donde los hombres de su tiempo no le conocían. Es cierto que el “poquita cosa” hizo grandes obras por el Reino. Es cierto que a aquél a quien nadie quería, moriría rodeado de sus cohermanos, y de todos los suyos, los pobres, los más abandonados. Es cierto que aún hoy, al menos para algunos, sigue siendo un modelo de paciencia, de entrega, de misionero y de redentorista. Si queréis saber más visitad la página http://www.redentoristas.org/beatopedrodonders.html#pedrodonders
Celebrar este día de fiesta, aunque sólo haya sido tomando una fresquita Flag, la cerveza de la Côte d’Ivoire, durante la cena con mi comunidad, supone para mí un impulso a seguir anunciando con “poquitas y pequeñitas cosas” al Dios que nos ama con pasión.
Estar hoy en África y recordar a este misionero, es una gran fuerza para sentir como es la misión del redentorista: callada, esperanzada, cercana, abierta, reconciliadora, alegre y apasionante.
En esta “cuaresma” que hoy cumplo, tras estos cuarenta días con sus cuarenta noches, muchas veces he experimentado la tremenda pobreza de no poder comunicarme, de no poder expresar ni anunciar como quisiera, de tener que ayunar de la palabra. Cuando descubres que la mejor limosna que pues dar, cuando todo el mundo te está pidiendo y no tendrías para todos, es mostrar ese amor abundante con el que Cristo nos ha inundado. Cuando tu oración se hace fuerte, y se hace viva en cada situación de dolor y de injusticia, pero siempre oración alegre. Entonces, es cuando brota en mí un canto dando gracias por el enorme don de ser misionero redentorista, como Pedro Donders, al modo de los que haciendo pocas cosas, siendo poca cosa, y apenas con tres palabras, se atreven a decir “Seigneur, merci beaucoup”.

domingo, 18 de octubre de 2009

En el día del DOMUND, desde tierras en misión

Hoy se cumple mi primer mes de estancia en Côte d’Ivoire, y que mejor modo de celebrarlo que en este día del Domund, Domingo Mundial de las Misiones. No creáis que me ha resultado fácil saber que este domingo es el Domund. Aquí es simplemente el 29º del Tiempo Ordinario. Gracias a mis agendas que vienen de España me he entero de estas y otras efemérides y de los típicos “días de…”. Por ejemplo ayer supe que era el “Día Mundial de la Alimentación”, o que el próximo 23 será el “Día internacional para la erradicación de la pobreza”. Aquí sencillamente no es necesario recordar que cada día hemos de comer y que hemos de trabajar para acabar con la pobreza del mundo. Todos los días del año son 16 y 23 de octubre. No es necesario fijar un domingo de las misiones, pues cada día del año aquí la Iglesia es misionera.
Para los que de un modo especial hoy recordáis a los misioneros, me gustaría presentaros a uno de ellos. Se llama José María, aunque aquí es conocido como “le vieux”, “le pére ‘pádré’” o “le grand pére”, y es que para esta gente “viejo” o “abuelo” suena a condecoración del más alto nivel. Él es Misionero Redentorista y lleva unos 40 años en África, desde 1993 en Costa de Marfil, él fue el primer redentorista que llegó aquí, y desde entonces aquí sigue. No siempre ha sido fácil permanecer sobre todo cuando el país pasó por la “Crisis” de 2002. “Crisis” es como llaman a la guerra que sufrieron los marfileños, la otra crisis de la que oímos hablar tanto actualmente, aquí produce risa. Como digo en plena Crisis, él decide quedarse junto a los suyos, los que sufren, los pobres que Dios le ha encomendado. En estos 16 años ha tenido muchos y variopintos compañeros, pero él no se marcha. Algunos regresaron a sus países, otros salieron, y otros entraron para siempre en la casa del Padre, como Carlos Martinez. Otros estamos recién incorporados a esta misión, como son los dos primeros sacerdotes redentoristas marfileños, o como es mi caso en este año pastoral. Pese a las muchas dificultades, “le vieux” siempre ha sabido estar cerca de los predilectos de Dios, los pobres, los más abandonados.
Ese es el mérito del misionero y esa es su misión: acompañar, acoger, saludar a tiempo y destiempo, estar junto a quienes le reclaman, escuchar, calmar, consolad, ayudar… proclamar que Cristo es salvación para todos y cada uno de quienes él ama.
Como José Mª me dice, él no es un héroe, pero como yo le digo con el poco francés que voy aprendiendo, él sí que es “un heureux”, es decir, un bienaventurado, un hombre feliz.
¿Quién quiere ser “un herureux”?
Allá donde uno esté puede hacer de su vida misión y ser verdaderamente feliz.
¡Feliz Domund!
Miguel C.Ss.R.

Una escalera desde Aluche a Côte d'Ivoire