martes, 16 de febrero de 2010

Mirando a lo escondido de África: un pueblo en marcha

Mañana comienza el tiempo de Cuaresma. Cuarenta días y cuarenta noches para caminar por nuestros propios desiertos. No lo hacemos solos, sino con todo el Pueblo de Dios que camina por el mundo.
Cuando llegas por primera vez a África y empiezas a moverte por sus, llamémosle carreteras, una de las cosas que empieza a sorprenderte es ver a sus gentes todo el día en marcha. Si viajas de día, caminan; si viajas a la hora de la siesta, caminan; si viajas en la tarde, caminan; si viajas en la noche, caminan; y si te crees que has madrugado más que nunca para viajar, caminan. Lo hacen por todas partes, por la derecha y por la izquierda, por carreteras, caminos y veredas. Lo hacen solos o acompañados, mayores y jóvenes, hombres, mujeres y niños.
De modo especial se queda grabado en tu retina esa fila de niños ordenados de menor a mayor y que acaba con la madre con el último bebé sobre su espalda y el penúltimo de la mano. Todos portan sobre sus cabezas alguna mercancía en función de su edad y peso, desde una pieza de mandioca el más pequeño, a la alta torre de panes que la mamá lleva para vender en el mercado. Me recuerda, salvando las diferencias, a la Columna de Nube que acompañó y protegió al pueblo de Israel durante su peregrinar por el desierto.
Para llegar a Bouaké desde Abidjan hay que coger la carretera principal que va de sur a norte y que está repleta de grandes camiones que llevan mercancías desde el puerto a los países del interior de África. Me sorprende ver a las gentes a ambos lados del camino marchar junto a estas grandes máquinas, sin perder el equilibrio, sin perder su ritmo, sin perder el tiempo ni el camino, y lo más importante, sin perder el horizonte.
Estos son los peregrinos de África, los que cada mañana comienzan un nuevo Éxodo. Conocen a donde tienen que llegar, cual es su tierra prometida, que deben hacer, cuanto vender, cuánto tiempo habitarla. Saben lo que buscan y luchan por alcanzarlo. Su cuaresma dura apenas una jornada, justo hasta la puesta de sol cuando tengan que hacer el camino de regreso para volver a sus poblados, muchas veces portando la misma carga, que trataran de vender mañana iniciando una nueva cuaresma de otra jornada. Conocen la promesa, pero aún no la han recibido, ya que este mundo se ha encargado de quitársela.
También en los poblados y en la ciudad la gente marcha. Desde que llegué a Côte d’Ivoire me he preguntado por qué lo hacían, y qué irían pensando mientras caminaban. Durante estos cinco meses me he visto marchando por calles y caminos de nuestro barrio, sólo o acompañado, conversando o simplemente caminando al lado unos de otros. No sé muy bien por qué lo hago, ni en qué voy pensando, pero sí qué es lo ando buscando: al Dios de la Vida que sale en cada uno de los hombres y mujeres que me voy encontrando.
No siempre lo acabo encontrando, y como la mamá que cada día se pone en marcha para vender lo que ayer no fue posible, tendré que volver mañana hasta lograr reconocerlo allí en lo secreto y en lo escondido donde Dios ve y donde Él habita y habla, como nos dice Jesús en el Evangelio de hoy (Mt 6, 1ss).
Esa sigue siendo mi tarea durante esta Cuaresma en África. Descubrir que es lo que Dios ve en lo secreto y en lo escondido. Descubrir al mismo Dios que habita en lo secreto y en lo escondido de cada uno de nuestros hermanos y en lo más profundo de mí ser. Quizás sea ahí donde podamos encontrar la Promesa que todos buscamos.
Mientras tanto ya he comenzado este tiempo de Éxodo y he cambiado de comunidad. Ahora estoy en Tiébissou donde espero conocer esta misión más rural y de poblados. El paseo por las calles del destartalado mercado me ha encantado y empapado al recibir una abundante y reconfortante lluvia, de agua y manos estrechadas.
Por otro lado, el país está harto de falsas promesas y prefiere seguir buscando sin perder de vista el horizonte de su vida, sin dejarse tumbar por camiones que tratan de desestabilizarlos. Tras un día de tregua, hoy han vuelto los cortes de electricidad y de agua. Supongo que seguiremos sin gobierno ni comisión electoral. El presidente sigue dando sus propios golpes al Estado, hasta dejarlo totalmente incapacitado para elegir en libertad un nuevo presidente, que ya toca (10 años en el poder sin elecciones, ni siquiera las ganó hace 10 años). El pueblo aún está muy tocado por la reciente guerra y el miedo no se ha ido todavía, por lo que nadie aquí opina ni habla.
El PUEBLO, en éste como en todos los tiempos, MIRA su Horizonte y simplemente MARCHA.
Nuestro DIOS, en éste como en todos los tiempos, MIRA en el Interior y CAMINA a nuestro lado, en el desierto o en ÁFRICA.
¡Buen tiempo de Cuaresma!

1 comentario:

Samu dijo...

joe, Miguelito, luego dicen que una imagen vale más que mil palabras... eso es que no te han conocido, jejeje...

genial saber de tí entre apagones, aunque "mamá pollo" y Carmen me tengan al día...

me tocará releer esta entrada durante la Cuaresma, seguro que varias veces, para que me queje menos y "entienda" más...

un fuerte abrazo, sigues estando presente en J'aluche...

Una escalera desde Aluche a Côte d'Ivoire